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se pone al inicioLa Dormición de la Santísima Virgen María

“Felices los sentidos de la Santísima Virgen María

que, sin morir,

merecieron la palma del martirio bajo la Cruz del Señor.”

Así reza la oración de Comunión de la Misa de los Siete Dolores de la Virgen María, que se celebra el 15 de septiembre según el Misal Tridentino.

Esta afirmación de la Iglesia nos hace pensar que la Virgen María mereció el Cielo al piede la Cruz cuando, por la tradición oral, sabemos que rondaba los 48 años. Porque es doctrina aceptada que los mártires van directo al Cielo sin pasar por el Purgatorio, ¡cuánto más la llena de gracia! se pone al final del copete

Pero este martirio de la Virgen fue singular: se consumó sin la muerte, sin la separación del alma del cuerpo; porque la Pena de entregar a su Hijo a la muerte de Cruz para la remisión de los pecados

-cediendo su derecho de Madre, como enseña León XIII- fue enorme, porque sabía que el Inocente Teándrico satisfacía a la Justicia Divina por el pecado original y por los pecados actuales detodos los hombres de toda la historia.

A la Pasión de Cristo se unió la Com-pasión de la Virgen y ésta en calidad de martirio. A la Redención de Cristo se unió la Co-redenciónde la Virgen y ésta en calidad de martirio. Lo que en su carne faltaba a las tribulaciones de Cristo, lo cumplió a favor del Cuerpo Suyo, que es laIglesia[1] -principalmente aunque no exclusivamente- al pie de la Cruz. Y lo que aportóla Virgen a las tribulaciones de Cristo fue importantísimo porque –como dice San Roberto Bellarmino- Ella es el Cuello del Cuerpo Místico, Medio por el que pasan a los otros miembros todas las gracias Capitales de Cristo.

Es así que la Santísima Virgen mereció lapalma del martirio sin morir y por lo tanto su muerte se hizo innecesaria para pagar “el salario del pecado” [2] que es la muerte misma.

La Virgen María pagó el salario del pecado -que es la muerte-, con su Com-pasión al pie de laCruz de Cristo. Y Dios es Justo y no se deja ganar en generosidad: después de su Com-pasión, Dios no iba a cobrarle a su Madre un salario que ya había pagado y por eso la Virgen Santísima -al fin de su tránsito por esta vida- desde un sueño[3] fue arrebatada a los cielos: Asunta en cuerpo y alma inseparados, al seno de la Santísima Trinidad.

Según la tradición oral rondaba la Virgenlos 60 años cuando deseaba –como San Pablo- ser arrebatada y no desnudada del cuerpo:

“Sabemos que si esta tienda de nuestra mansión terrestre se desmorona, tenemos de Dios un edificio, casa no hecha de manos, eterna en los cielos. Y en verdad, mientras estamos en aquélla, gemimos, porque anhelamos ser sobrevestidos de nuestra morada del cielo; pero con tal de ser hallados (todavía) vestidos, no desnudos. Porque los que estamos en esta tienda suspiramos preocupados, no queriendo desnudarnos, sino sobrevestirnos, en forma tal que lo mortal sea absorbido por la vida. Para esto mismo nos hizo Dios, dándonos las arras del Espíritu.” [4]

Deseaba desde los 48 hasta los 60 años -más o menos- estar con Su Esposo Jesucristo en el Cielo, ver a Dios cara a cara por siempre; pero los planes de Dios eran que ella se quedara esos 12 años –aproximadamente- como Reina de los Apóstoles, Evangelistas y Discípulos; porque había guardado en su corazón los hechos y las palabras del Dios Encarnado y debía transmitirlos a laIglesia naciente. En especial, rezando con ellos ala espera del Espíritu Santo y contando a los Evangelistas -en especial a San Lucas- los acontecimientos de los comienzos de la Buena Nueva: la Anunciación, la Visitación, el Magníficat, el Nacimiento en Belén (los “ pañales”del Niño Dios[5]), etc. Por eso Dios difirió 12 años el premio de su martirio, es decir, el Cielo, respecto del merecimiento de éste realizado al piede la Cruz.

Cuando esta Misión de transmisora de laTradición y confortadora de los Discípulos hubo terminado, el Señor la encontró pronta para lacosecha y durmiéndola, en un arrebato la Asumió entera a los Cielos.

Sin embargo, no desconocemos que muchos opinan que la Virgen debía morir para asimilarse a su Hijo, pero esta sentencia olvida la Bondad divina que no es envidiosa sino que, todo lo contrario, se alegra con el bien ajeno: la Madrede Dios no murió porque ella no era la que tenía que sufrir la Pasión redentora-satisfactoria y porque –al mismo tiempo- mereció el cielo en el martirio de la Com-pasión.

Esta Asunción a los Cielos en cuerpo y alma unidos, es decir, sin pasar por la muerte, es enseñada en varios pasajes de San Pablo y comentada -excelente y eruditamente- por el gran exégeta Juan Straunbinger en su “Biblia comentada” –Nihil Obstat, 1969- como algo que se va a realizar en los vivientes –amigos de Cristo- que quedarán cuando llegue Su Parusía. Es decir, que en los planes eternos de Dios para con los hombres no es un hecho exclusivo de la Virgen Madre.

En 1 Cor. 15, 51-53 dice el Apóstol: “He aquí que os digo un misterio: No todos moriremos, pero todos seremos transformados en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final; porque sonará la trompeta y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Pues es necesario que esto corruptible se vista de incorruptibilidad, y esto mortal se vista de inmortalidad.” Y Straunbinger comenta: v. 51: No todos moriremos, pero todos seremos transformados”: Esta verdad expresa S. Pablo también en la primera carta a los tesalonicenses (1 Tes. 4, 17). S. Agustín y S. Jerónimo siguen esta interpretación, según la cualse librarán de la muerte los amigos de Cristo que vivan en el día de su segunda venida (cf. v. 23 y 53 s.) Así lo indica también S. Tomás (I-II, q. 81, art. 3 ad 1)[6] y muchos teólogos modernos. El P. Bover dice al respecto: “Existen varios textos del Apóstol que parecen afirmar que los fieles dela última generación serán gloriosamente transformados, sin pasar por la muerte… Tratándosede textos suficientemente claros y de una interpretación hoy día corrientemente admitida por exégetas y teólogos, bastará citarlos.” Y cita a continuación el presente pasaje con 1 Tes. 4, 15-17 y 2 Cor. 5, 1-4. Cfr. la expresión “vivos y muertos” en el Credo, en Hech. 10, 42; Rom. 14, 9 y 1 Pedro 4, 5. Cfr. también Mar. 13, 27” (“Y entonces enviará a los ángeles, y congregará a sus elegidos de los cuatro vientos, desde laextremidad de la tierra hasta la extremidad del cielo”.)

En 1 Tes. 4, 16-17 se revela: “Porque el mismo Señor, dada la señal, descenderá del cielo, a la voz del arcángel y al son de la trompeta deDios, y los muertos en Cristo resucitarán primero. Después, nosotros los vivientes que quedemos, seremos arrebatados juntamente con ellos en nubes hacia el aire al encuentro del Señor; y así estaremos siempre con el Señor.”

El comentario de Straunbinger es de 1 Tes. 4, 13 ss. : “A los primeros cristianos, más que a nosotros, les preocupaba la segunda venida deCristo, especialmente en cuanto a la suerte de los muertos. Creían que éstos, tal vez, fueran remitidos al último lugar en la resurrección o quela resurrección ya había pasado ( 2 Tim. 2, 16 ss y nota). Contesta San Pablo: De ninguna manera habéis de angustiaros; ellos resucitarán los primeros, y los otros justos que estén vivos serán arrebatados al encuentro de Cristo en el aire. LosPadres griegos, y de los latinos S. Jerónimo y Tertuliano, opinan que esto sucederá sin que antes sea necesaria la muerte física. Lo admiten tambiénS. Anselmo y S. Tomás, etc. Véase 1Tes. 3, 13; 1 Cor. 6, 2 s. ; 15, 23 y 51; 2 Tim. 4, 8 y notas.”

A la Santísima Virgen el “privilegio parusíaco” le fue anticipado en un lapso de siglos

Si –como vimos- la muerte no existirá para los amigos de Cristo cuando ocurra su segunda venida y sean arrebatados en cuerpo y alma gloriosos al Cielo solo por ser de esa generación en un hecho que podríamos llamar “el privilegio parusíaco”…nos preguntamos: ¿por qué no habría detener ese privilegio también la Santísima Virgensabiendo que por su transfixión mereció la palma del martirio como fue susodicho?

Además, en previsión de los frutos de laRedención, la Virgen fue concebida sin pecado original, en su Inmaculada Concepción. Y sabemos que la muerte es el castigo del pecado original. Por lo tanto… ¿sería Justo Dios si castigara conla muerte a Quien Él mismo preservó de ese pecado? No lo sería. Pero como en realidad es Justísimo, opinamos que no la castigó con la muerte. Lo único que hizo Dios fue anticipar muchos siglos antes –milenios- la aplicación del “privilegio parusíaco” a la concebida sin pecado original. Privilegio que fue reservado a los elegidos, en la Parusía: a los amigos de Cristo que sí habrán de nacer con pecado original como todos los hombres.

Si la generación parusíaca, nacida con pecado original, será asunta al Cielo sin pasar por la muerte… ¿qué le podría costar a Dios –para quien “un día son como mil años y mil años como undía [7]- anticipar unos siglos el arrebato en cuerpo y alma gloriosos -sin pasar por la muerte-de la Inmaculada, Asunta al Cielo en el año 60 –aproximadamente- de nuestra Era?

Montevideo, 2008

Hilario Atanasio

Post Scriptum - Respetando la opinión contraria ala nuestra, recordamos que Pío XII cuando en 1950 definió el dogma de la Asunción de la Virgen, no definió si fue con la muerte o sin ella. Por eso repetimos el hermoso adagio acuñado en sus siglosde historia por la Santa Madre Iglesia: “En lo definido: unidad; en lo opinable: libertad; en todo: caridad”. Solamente deseo que estas pequeñas reflexiones ayuden a “saborear” más los misteriosde nuestra Santa Religión Católica, sabiendo que nunca alcanzaremos a penetrarlos totalmente y así dar paso a la Adoración del Dios Uni-Trino.



[1] Cfr. Col. 1,24

[2] Rm. 5,23

[3] Enseña Santo Tomás que el sueño en que Dios hizo caer a Adán para crear de su costilla a la mujer fue un éxtasis. Algo similar podemos pensar que pasó conla Santísima Virgen en el momento que fue Asunta por Dios a los Cielos.

[4] 2 Cor. 5,1-5

[5] Lc. 2, 7 y 12

[6] 1. “La muerte es el castigo consiguiente al pecado original. Mas no todos los que proceden de Adán seminalmente morirán; pues aquellos que estén vivos a la venida del Señor no morirán jamás, como parece por 1 Tes 4,15: … nosotros, los vivientes que quedemos hasta la Parusía del Señor, no nos adelantaremos a los que durmieron.

[7] 2 Ped. 3, 8






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