“El comunismo es
intrínsecamente perverso”
Papa Pío XI
Encíclica: “Divini Redemptoris”
Dada en Roma, junto a
San Pedro, en la Fiesta de San José,
Patrono de la Iglesia
universal, el día 19 de marzo de 1937.
“Lo que la Iglesia
debe condenar en este Concilio (Vat. II) es el
comunismo
por ser el mal más
importante de nuestra época.”
Monseñor Marcel
Lefebvre
BLOG: ADELANTE LA FE
San José Obrero, Patrono contra el comunismo
30/04/18 8:55 PM por
Germán Mazuelo-Leytón
La sociedad actual, por ignorancia o por malicia se ha
apartado de los principios del Cristianismo, vivimos en un mundo anticristiano,
la humanidad le ha dado las espaldas a Dios, la pérdida de sentido de pecado es
la nota más característica de nuestros tiempos. El populismo reinante afirma
que la opinión pública, como voluntad autónoma del pueblo, es la ley suprema en
la política y que en ésta los hechos consumados tienen por sí mismo valor
jurídico. Esta concepción política deja el campo abierto al desenfreno de la
codicia humana.
En Fátima durante las apariciones de 1917, el 13 de
octubre, San José estuvo presente mientras acontecía el milagro de la danza del
sol, de forma casi desapercibida y prudente pero fundamental. Dice sor Lucía: «Desaparecida
la Virgen en la inmensa lejanía del firmamento, vimos al lado del sol, a San
José con el Niño Jesús y a Nuestra Señora vestida de blanco, con un manto azul.
San José con el niño parecían bendecir al mundo con unos gestos que hacían con
la mano en forma de cruz».
Como los Papas de la primera mitad del siglo veinte lo
vieron, la figura modélica del Patriarca San José adquiere actualidad
extraordinaria en los tiempos difíciles que nos toca vivir como ciudadanos y
como miembros del Cuerpo místico de Cristo.
I. El más grande de los santos
La doctrina católica enseña que después de la
Santísima Virgen María San José es el mayor de los santos. San Bernardino de
Siena afirma que el humilde carpintero de Nazaret sobresale en gracia y en
bienaventuranza por encima de los patriarcas, de los profetas, de San Juan el
Bautista, de San Pedro, de San Pablo, de todos los Apóstoles, mártires, santos
y doctores de la Iglesia.[1]
Santo Tomás de Aquino propone tres principios
teológicos capitales para ayudar a interpretar la vida de los santos.[2]
El primero es,
que cuando Dios elige a alguien para una misión especial en la Iglesia, él
siempre lo prepara. San José recibió la gracia de saber discernir los mandatos
de Dios. Los evangelios nos dicen que era un «varón justo» (Mt 1,
19) es decir un hombre santo, todo su ser está encauzado a cumplir el plan de
Dios.
La cooperación de San José en la obra de la
Encarnación y la Redención es muy análoga a la de la Virgen María, su esposa.
Razones de suma conveniencia motivaron la entrada de José en el núcleo del
misterio de la Encarnación. Suárez decía que San José forma parte del orden de
la Unión Hipostática (es decir, de la Encarnación); no del mismo modo que María
ciertamente, de quien el Verbo asumió la carne, sino en cuanto se vio implicado
en sus aspectos más íntimos.
San José, obedeciendo a Dios, custodiando a María y
siendo padre de Jesús, «entró en el núcleo del misterio de la Encarnación».
Como afirma San Jerónimo, era conveniente: (1) porque en la genealogía de Jesús
debía aparecer el linaje de María; (2) porque los judíos habrían apedreado a
María, en caso contrario, como adúltera; (3) porque las pruebas y
contrariedades primeras exigían que San José la protegiese y consolase; (4)
porque Satán no debía saber que Jesús había nacido de una Virgen. Esta última
razón ya la había mencionado San Ignacio Mártir.
Asimismo San Gregorio Magno y San Bernardo opinan que
San José era necesario para testimoniar que Jesús había nacido de una virgen, y
San Efrén subraya que San José evidencia el título de Jesús como hijo de David,
demostrando su linaje real.
Santo Tomás de Aquino observa que San José aseguró la
condición jurídica de Nuestro Señor, ya que la reputación y los derechos
procedían del padre.
Es digno de destacar que después de la aparición del
ángel en la Anunciación, los mensajes divinos referentes a la Sagrada Familia
no fueron comunicados a María, sino a José, lo cual confirma que realmente era
cabeza de familia.[3]
El segundo lineamiento del
Aquinate es, que cuanto más uno se acerca al principio de la gracia, más recibe
los efectos de ese principio.[4] En
el caso de San José, esto significaría recibir un océano de gracias porque
vivió con Jesús, la Cabeza del cuerpo místico, así como con María, la Reina del
cielo y la tierra, sin mancha de pecado. De lo que podemos deducir que José
habría sido inundado con gracia a lo largo de su vida, lo que le permitió vivir
y merecer no sólo su propia salvación, sino también la salvación de los
demás. Esta es la fuente de su papel especial en el cielo como patrono
de la Iglesia Universal.
El padre Tomás Morales S. J. afirma: «Aquí está San
José: anchas espaldas para el trabajo, no pierde ni un segundo, está siempre
adorando, está siempre trabajando, está siempre solícito, cuidando de la Virgen
y, sobre todo, del Jesús niño. No tiene un instante libre, no piensa más que en
amar, adorar y en trabajar para ellos. Aquí está san José. Es el ministro de
relaciones exteriores de la sagrada familia. Él es el que se tiene que
preocupar de todo en Nazaret, en los cuatro o cinco días de camino hacia Belén,
en la gruta de Belén, en Egipto después, en Nazaret y siempre relacionándose
con todos».
Cuando Jesús comenzó su vida pública, ya no se habla
de José, que para entonces habría muerto, no se lo señala como asistente a las
bodas de Caná. San Marcos, cuando se refiere a Jesús, lo nombra como hijo de
María, pues seguramente ella era ya viuda; ya que, de otro modo, hubieran dicho
que era hijo de José y de María. La gente de Nazaret, hablando de Jesús, dice:
«¿No es este acaso el carpintero, el hijo de María?» (Mc 6, 3).
Como tercer razonamiento, Santo Tomás
enseña que la virtud de la devoción -un aspecto de la virtud de que la religión
es la voluntad de servir a Dios más fácilmente- se produce como resultado de la
meditación y la contemplación.[5]
Los fieles de toda condición hallan en las acciones de
San José las normas de conducta adaptadas a su propio estado: nos da admirables
ejemplos a todos los que estamos comprometidos en el apostolado, sacerdotes,
monjes, religiosas, seglares; a los que respondiendo a la voluntad de Dios se
disponen al matrimonio, o que ya están en ese estado, es modélico como marido,
padre y educador. Los sacerdotes deben mirar a Jesús sobre los altares con la
misma fe y piedad con que San José le miraba en el pesebre.
II. Patrón de la Iglesia
El Papa Pío IX declaró al glorioso Patriarca «Patrón
de la Iglesia Católica»:
«Y puesto que en estos tiempos tristísimos la
misma Iglesia es atacada por doquier por sus enemigos y se ve oprimida por tan
graves calamidades que parece que los impíos hacen prevalecer sobre ella las
puertas del infierno, los venerables obispos de todo el orbe católico,
en su nombre y en el de los fieles a ellos confiados, elevaron sus preces al
Sumo Pontífice para que se dignara constituir a san José por patrono de la
Iglesia. Y al haber sido renovadas con más fuerza estas mismas peticiones y
votos durante el santo concilio ecuménico Vaticano, Nuestro Santísimo Papa Pío
IX, conmovido por la luctuosa situación de estos tiempos, para ponerse a sí
mismo y a todos los fieles bajo el poderosísimo patrocinio del santo patriarca
José, quiso satisfacer los votos de los obispos y solemnemente lo declaró
Patrono de la Iglesia Católica».[6]
El Papa Pío IX, expone las razones que lo llevaron a
tomar esa decisión, subraya en primer término la misma elección de
parte de Dios hecha a José, a quien confió lo que Él tenía de más precioso;
enseguida puntualiza que la Iglesia a lo largo de toda su historia ha
honrado a San José con María Santísima, y asimismo que la
Iglesia en circunstancias difíciles acudió siempre a su protección
exitosamente.
El Papa León XIII dice: «Las razones por las que el
bienaventurado José debe ser considerado especial patrono de la Iglesia y por
las que, a su vez, la Iglesia espera muchísimo de su tutela y patrocinio, nacen
principalmente del hecho de que él es el esposo de María y padre putativo de
Jesús… José, en su momento, fue el custodio legítimo y natural, cabeza y
defensor de la Sagrada Familia… Es, por tanto, conveniente y sumamente digno
del bienaventurado José que, lo mismo que entonces solía tutelar santamente en
todo momento a la familia de Nazaret, así proteja ahora y defienda con su
celeste patrocinio a la Iglesia de Cristo».[7]
III. San José Obrero «Patrono contra el comunismo»
De la Revolución Francesa se derivaron infinitos males
para la Iglesia. Un siglo después, en 1889, León XIII publicaba la Quamquam
pluries, justo después de que II Internacional proclamara el 1º de mayo
como fiesta revolucionaria del trabajo. El marxismo internacional produjo luego
la fundación de la III Internacional que consagró la hegemonía del Partido Comunista,
que tantos males traería al mundo.
El siglo veinte vio el surgimiento de ideologías ateas
y totalitarias como el comunismo y el socialismo, enemigas de la Iglesia y del
obrero cristiano. Sabiendo muy bien la amenaza de estos males los Papas
consideraron oportuno advertir a los fieles y confiarlos al cuidado de San
José.
El socialismo, fue condenado por Su Santidad León
XIII, en la encíclica Quod Apostolici Muneris, pues sus
principios son: 1. Negación de Dios y de la Iglesia, 2. Supresión
de toda autoridad, 3.Igualdad absoluta de todos los hombres en la
esfera jurídica y en el plano político, 4.Disolubilidad del vínculo
matrimonial y por consiguiente disolución de la familia, 5. Abolición
del derecho a la propiedad, 6. Acción política demagógica
sostenida por una propaganda revolucionaria.
En el Motu Proprio, Bonum sane et salutare,
el Papa Benedicto XV, el 25 de julio de 1920, advirtió a los fieles
respecto del socialismo y el gobierno mundial, al tiempo que los confiaba al
cuidado de San José:
«Por lo tanto, hemos de deplorar mucho más que
antes que las costumbres sean más libres y depravadas y que, por la misma
razón, se agrave cada día más la que llaman causa social, de modo que
debemos temer males de gravedad extrema… Pues, en los deseos y la expectativa
de cualquier desvergonzado se presenta como inminente la aparición de cierta
República Universal… y en la cual no habría diferencia alguna de
nacionalidades ni se acataría la autoridad de los padres sobre los hijos, ni la
del poder público sobre los ciudadanos, ni la de Dios sobre los hombres unidos
en sociedad… Si esto se llevara a cabo no podría menos de haber una secuela de
horrores espantosos; hoy día ya existe esto en una no exigua parte de Europa
que los experimenta y siente. Ya vemos que se pretende producir esa misma
situación en los demás pueblos; y que, por eso, ya existen aquí y allá grandes
turbas revolucionarias porque las excitan el furor y la audacia de unos
pocos… Por la misma razón, para retener en su deber a todos los hombres que se ganan
el sustento por sus fuerzas y su trabajo donde quiera vivan, y conservarlos
inmunes del contagio del socialismo que es el enemigo más acérrimo de la
sabiduría cristiana, ante todo les proponemos fervorosamente a San José para
que lo elijan como guía particular de su vida y lo veneren como patrono».
Su sucesor el Papa Pío XI, viendo la creciente amenaza
en contra de la Iglesia, de la pestilente secta comunista, decidió
confiar de manera explícita a San José la causa contra el comunismo:
«Para acelerar la paz de Cristo en el reino
de Cristo, por todos tan deseada, ponemos la actividad de la Iglesia
católica contra el comunismo ateo bajo la égida del poderoso Patrono de la
Iglesia, San José.
San José perteneció a la clase obrera y experimentó
personalmente el peso de la pobreza en sí mismo y en la Sagrada Familia,
de la que era padre solícito y abnegado; a San José fue confiado el Infante
divino cuando Herodes envió a sus sicarios para matarlo. Cumpliendo con toda
fidelidad los deberes diarios de su profesión, ha dejado un ejemplo de vida a
todos los que tienen que ganarse el pan con el trabajo de sus manos, y, después
de merecer el calificativo de justo (2Pe 3,13;
cf. Is 65,17; Ap 2,1), ha quedado como
ejemplo viviente de la justicia cristiana, que debe regular la vida social de
los hombres».[8]
Fue el Papa Pío XII, quien estableció que la fiesta de
San José Obrero se celebre anualmente en la Iglesia Universal el 1 de
mayo, fecha elegida específicamente para contrarrestar el feriado
predominantemente socialista y comunista, conocido como «Día internacional
de los trabajadores» o «Primero de Mayo».
En su discurso a los trabajadores italianos el Papa
Pío XII, el 1° de mayo de 1955 dijo a los trabajadores: si quieres
estar cerca de Cristo, te repito “Ite ad Ioseph”: ¡Ve a José!
«El Cristianismo se funda en el amor, el marxismo
parte del odio, de la lucha de clases, cree en el inmisericorde aniquilamiento
de los adversarios. El Cristianismo es un llamado a todos los hombres, el
marxismo convoca sólo a los proletarios, a los explotados. Uno cree en la
Redención, el otro en la revolución».[9]
El comunismo encierra un falso ideal de aparente
redención. La lucha de clases es uno de sus fundamentos. La difusión del
comunismo se explica por las deslumbradoras promesas que hacen a los incautos y
a los ignorantes, apoyándose en las injusticias del régimen económico liberal,
así, vemos hoy en tantas partes del mundo la difusión de los errores del
comunismo. El marxismo cultural. Y como avizoraría proféticamente Don Plinio
Correa de Oliveira, la revolución en su IV etapa: el comunismo
tribal, incluso dentro de la Iglesia Católica con la «teología de
la liberación» y múltiples herejías.
No cabe duda de que el patrocinio de San José Obrero,
es de inusitada urgencia.
_____
[1] SAN
BERNARDINO DE SIENA, Sermón I sobre San José.
[2] DE
AQUINO, SANTO TOMÁS, Summa Theologiae III 98, 5 ad 3.
[3] Cf.: DUFF, FRANK, San
José.
[4] DE
AQUINO, SANTO TOMÁS, Summa Theologiae, 5; véase también II-II 1, 7
ad 4.
[5] DE
AQUINO, SANTO TOMÁS, Summa Theologiae, II-II 82, 3 ad 2.
[6] PAPA
PIO IX, Decreto Quemadmodum Deus, 08-12-1870.
[7] PAPA
LEÓN XIII, Encíclica Quamquam pluries, 15-08-1889.
[8] PAPA
PÍO XI, Encíclica Divini Redemptoris, 86, 87.
[9] AGUILAR,
LUIS E., Encuentro de dos herejías.
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Germán Mazuelo-Leytón es conocido por su
defensa enérgica de los valores católicos e incansable actividad de servicio.
Ha sido desde los 9 años miembro de la Legión de María, movimiento que en 1981
lo nombró «Extensionista» en Bolivia, y posteriormente «Enviado» a Chile. Ha
sido también catequista de Comunión y Confirmación y profesor de Religión y
Moral. Desde 1994 es Pionero de Abstinencia Total, Director Nacional en Bolivia
de esa asociación eclesial, actualmente delegado de Central y Sud América ante
el Consejo Central Pionero. Miembro de la Fundación «Vida y Familia» de su
diócesis. Difunde la consagración a Jesús por las manos de María de Montfort, y
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